lunes, 3 de noviembre de 2014

Adiós.

Y he aquí que el final
Llegó antes de lo esperado:
Como todo clímax sin nombre,
Sin anuncio, sin calendario,
Solo como fría convicción.
Con un ser que, inadvertido,
Ronronea con satisfacción;
Con una sola persona
Esperando que el "no"
Salve un alma perdida
Que nadie jamás amó.
Viento soy. Aire helado.
En vaivén y danza me tornaré.
Lanzo el anzuelo, atrapo una nube,
La utilizo de guía y sostén;
El último abrazo,
La solitaria lágrima,
Fetiches de anciano
Y dolores de juventud;
Regalos inmerecidos, sin causa,
Dolor en olvido, dulce traición.
El andar de los años me ha traído.
Las verdes centellas de luz y color
Iluminaban mi ser por fugaces vidas,
Regalaban mis ojos con esperanza fallida.
Y es que mi alma, prisionera del todo,
Luchaba por huir y jamás regresar.
El recuerdo más triste, cierto y amargo
Se esfuma en el humo
De tu respirar.
Amé. Creí. Desvelaba misterios,
Pretendí ser poeta, artista, creador.
Fatal sinsabor, desengaño divino:
Se acabaron las horas esperando al amor.
Me había prometido escribir mi epitafio.
Me faltaron las fuerzas,
Sucumbí, fallé.
A media vista, invoco milagros
De días y fechas que nunca olvidé.
Mi paso por los cielos resultó invasivo;
Vedado tenía el leve fervor
De aquel que creía sentirse digno
De aquel que luchaba
Reía
Lloraba
Y alzaba la voz
Clamando por Dioses
Que le olvidaban sin temor.
El día no estaba escrito. Solo la hora
Era sonada, digna, certera y feroz.
Una noche helada, en cruel compañía
De alcohol y pastillas de lento olvidar.
Le pedí a la vida un respiro, una tregua:
Se reía de mis plegarias,
Callaba, sonreía,
En la triste historia de mil galaxias
Que sucumben conmigo,
Se van sin alegría,
Y los mundos imperfectos
Que hubiese podido crear.
En el momento soñado encontró a sus dioses.
Procesión y panteones que habría de añorar.
Mi vida fue estúpida,
Mi corazón condenado,
Mis ojos cansados,
Mi andar pausado,
Mis esperanzas vanas,
Mis letras necias,
Mis dedos torpes,
Mi escritura inmensa.
Pero nada queda
Cuando el Sol abraza
El cálido vergel
De las vidas pasadas.
Tu viento, mi amor
Pudo levantar mi alma.
Tu historia, amor mío
Quizá fue el arma
Que pusiste en mi mano,
También fue la bala.
Pero a nadie culpo,
Ni quisiera nunca hacerlo.
Soy ciego por convicción,
Olvidado por descuido,
Juguete para siempre roto,
Poeta maldito de bolsillo.
Grácil esbozo fuiste,
Grotesca invención me encontraste.
E incoherente, desgarrado,
Será el epitafio de mi arte.
Porque ha perdido la cordura
El escritor silente. Solo
Con la mitad de su vista
Permite que el papel sienta
Los destellos de últimos segundos
Que pasaré extrañándome.
Tu pesar será mío.
Cuidaré de todos
Desde un lugar diferente.
A la vida le ofrecí dos cosas:
Mi tristeza y mis letras.
Ambas fallecen conmigo.
No hay razón para que vuelvas.
Se termina el horal,
Cae la cortina,
Ha dado fin el recital.
El poema del niño muerto
Compuesto por mis manos.
La débil visión del orgasmo
Derruyendo mis abrazos.
Y las yemas congeladas
Que preceden al sepulcro:
Levanto la tapa de mi ataúd,
Busco confort para el moribundo
Que llevo en mi interior.
El testimonio de mi vida
Será una cruel endecha.
Para juzgar a mi cobardía
Bastará con una flecha
Lanzada hacia los cielos
Y perdida en los mares
De la belleza.
No pude explicar al hombre.
Solo intenté cantar.
Fracaso
De intrépida estupidez
Y callada ambrosía
Que bebí de labios ajenos.
Bufón.
Albatros.
Tentador y tentado.
Eco de un encierro,
Libertad para el entierro.
Mis últimas palabras
Carecen de sentido
Como el camino que he llevado.

Y cuando cierre los ojos
Se acabe el destrozo
Veré, estoy seguro,
El puente de Oniros, esperando.
Desde mi cielo
Romperé en pedazos
El cristal en que tuve
El ánfora de mis años.
Quise escribirle a lo bello.
Plasmar mi ideal.
Pruebas fehacientes e inútiles
Fueron mis poemas,
Cantos,
Alabanzas,
Cuentos, historias, ideas, llantos.
Alguien los habrá de sepultar
Que se vayan conmigo
Pues quiero ser olvidado.
Que mis cenizas se dispersen
Por un risco elevado
A media tarde, en el crepúsculo
Para que nadie encuentre
El lugar de mi reposo.

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