domingo, 19 de agosto de 2012

Madrugada

Madrugada.

Hora eterna de la consciencia,
el mal dormir y la sequía.
A ti hago reverencia,
inspiración súbita, rareza mía,
tiempo del desvelo y la soledad.

Eres el inventario de mi pasado,
la voz de mi existencia vacía;
en ti encuentro el desengaño
y por ti surge mi melancolía.

Madrugada,
noche muerta, mañana naciente y fin;
paz desierta, luna menguante,
piano discordante y guitarra afín.
Eres tú una dama desenfrenada
que arrullas y cantas al talento naciente;
mas en ti llevas cántaros de arena,
sueños, piedras, papel y tijeras,
creaciones sin dueño y canciones de Invierno,
el veraz instrumento y la imaginación febril.

Cada nota que arrancas a mi alma
se inscribe con fuego y sangre
en la partitura de mi sentir.

Letras, ideas, corazones y alegrías.

Madrugada,
a ti agradezco mi demencia,
mi tristeza, mi sonrisa,
y el voraz instinto del arte
que da sentido a mi existir.