sábado, 15 de octubre de 2011

A tu figura.

Danza mi boca entre tu piel embravecida;
la lluvia que de ella emana, saladas gotas
cubriendo la perfección de tu belleza.
Te admiro... Diosa en mi cama, lujuria viva,
en el simple acorde de tu fuego desmedido;
con mirada invitante y deseos reprimidos,
demonio de ojos azules que penetra mis párpados.

Cada paso de mis dedos, trémulos, expectantes,
dibuja el desconsuelo, apenas tocar la tela,
encaje y seda perdiendo la batalla desesperada
por no revelar los secretos de tu cuerpo.
De tu voz, tan sólo invitaciones escucho;
aliento entrecortado y prisas nocturnas,
buscando desesperadamente el roce anhelado:
tu sudor escurriendo por mis propias mejillas.

Bebo el elixir de tus labios voluptuosos,
embriagándome en el perfume de tu sexo cálido.
Hace tiempo ya, las prendas en el piso,
hablan de pasión no escrita, del huracán
que desvanece mis dudas, me invita al pecado;
las sábanas acompañan tu vestido negro;
tirada, la almohada, junto al miedo de mis brazos.

Aprendo de tí, mi dulce castigo.
Mi inexperiencia da fe de mis torpes pasos,
envuelto en tu sombra, atraes mis besos,
buscándole refugio a los instintos desenfrenados
nacientes de mi pecho; el corazón clama
por la recompensa que en tu boca anida.

Me aferro a tu seno... Besos desesperados
alimentando mi lujuria de tus pechos erguidos;
los suspiros escapan, llenan la estancia,
el lugar donde mis anhelos se ven coronados.

Busco la flor que nace en tu femineidad...
Anhelante, tu voz me pide el suplicio.
Desciendo mi cuerpo, recorro tu figura
renaciendo al compás de tus latidos rápidos.
Cuando en el centro de la vida el botón encuentro,
la respiración interrumpida de tus pulmones me llama;
perdida la cordura en tus caderas hirvientes,
la naturaleza despierta el deseo y el miedo.
Tan sólo cuando la unión de la especie, muerte y vida,
mi cuerpo impulsa en frenesí errante;
la angustia cerrando mi garganta, entre gemidos,
el frío, olvidado, entre tus piernas encontré el calor.
¡No puedo resistir! ¡Es grande el impulso!
Locura en mi vientre, perdición salvaje,
me impulsa a poseerte, a tus rincones sagrados;
volcanes inminentes, el desfogue del erotismo...
Hasta la saciedad viviré de tus jugos incontenibles.

...He derramado en tu santuario
mi hombría desesperada por un beso callado.
Yazgo a tu lado, tomando aún tu mano.
Sonrisa hechicera que roba mis pensamientos...
He perdido, en el interior de tu cuerpo,
para siempre mi inocencia, la troqué por un abrazo.