viernes, 29 de agosto de 2014

Existe una cierta clase de personas, destinada a ser parte del olvido perpetuo.

Existen algunos seres que olvidan cómo soñar, y cuando el recuerdo los abate, solo es para dejar un sabor amargo con la memoria de las verdades frías que su subconsciente ya sabe.

¿Será que la soledad es privilegio de unos pocos, incómoda amante que desearíamos negar, pero cuyo lecho es el último reposo que le queda al escritor en el tiempo de su muerte?

jueves, 7 de agosto de 2014

T.

No puedo decir tu nombre. El sencillo hecho de mencionarlo evoca una tormenta de emociones en mí.

Tu llegada fue un asunto realmente sorpresivo. ¿Recuerdas, acaso, cuál fue el heraldo que anunció tu presencia en mi vida? Eras un enigma que ardía en deseos de resolver; mujer como tú no conocí en vida alguna. Tu mente, un delicioso embrollo, a la par con una lírica que tus palabras brotaban por cada vocal y consonante; y tus ojos, ¡brillantes orbes con un destello de locura, que al mismo tiempo eran cruel prisión de una ternura voluntariamente encadenada! Resulta interesante lo difícil que me es hacerte saber la confusión que me causabas: qué presencia tan fascinante eres, revolviendo todo a tu paso, llevándote contigo toda reticencia en el vórtice de caos que provocas. Nuestra historia ha sido un juego de palabras veladas, desórdenes y promesas, aderezadas con un toque de intriga y bastante cariño de por medio.

No resulta extraño, entonces, que haya llegado a apreciarte en tan singular manera. A veces fría, dudando de ti misma; en otras ocasiones explosiva, pasando del silencio más absoluto a la complacencia y barahúnda concupiscente del festejo. Eres un misterio insondable, mujer de marcada irreverencia y vívidas pasiones. Alguna vez lo dije: "eres el tren de emociones que una vida sedentaria como la mía no puede dejar pasar". ¿Cómo resumir de mejor manera todo aquello que has provocado? A tu paso, has removido los mismos cimientos de la tranquilidad de mi existir; has conseguido que mi mente te reviva en los instantes más fortuitos, que ciertos detalles que antes pasaban completamente inadvertidos para mí se vuelvan importantes de súbito. En gran medida has abierto mis horizontes, y ya no puedo ver el mundo del mismo modo. You've rocked my world, baby.

Así pues, ¿cómo es posible que esperes, que yo sea capaz de permitir que te marchites en silencio? Los Infiernos habrán de congelarse antes, tornándose en gélidas moradas para los caídos; en algún momento fuiste un deseo que buscaba de la manera más obstinada posible, y ahora porfiaré con tus propios anhelos de olvido. Resultaría infinitamente más sencillo permitir que tu existencia decaiga en un olvido inmerecido. Asentir, simplemente, ante tus declaraciones de nula valía. Mas eso significaría que todo lo que he dicho hasta ahora es una vil mentira; y no soy hombre que sepa fingir en estos menesteres. Es completamente imposible que alguien sin méritos fuese capaz de avivar esta revolución en mi pecho.Si estoy lanzando esta declaración a los cuatro vientos, es porque deseo que quede como un perenne recordatorio de todo aquello que he dicho ya; no tengo intención alguna de callar tus alabanzas. T., existen juramentos que no se olvidan jamás; y en ellos se funda el valor humano. Uno de ellos fue que podría esperar hasta el final de mis días por una pequeña, sincera sonrisa tuya. Ten por seguro que lo haré.

Joya de obsidiana, engarzada en la plata de tu piel tersa. Cabellera de ninfa, andares de gitana. Unos labios que decretan la muerte del pudor, y la figura esculpida de una beldad imponderable. Y en tan sublime envoltura, una mente atribulada, que aún así demuestra grande potencial. Me pregunto qué clase de idiota podría dejar pasar la oportunidad de trabar amistad contigo, qué corazones podrían caminar a tu lado y no ser tocados por tu magnificencia. Porque tú, T., eres más de lo que mis pobres descripciones logran trazar en burdos y grandes trazos; porque tu propia incredulidad ante lo que otros ya saben, no basta para opacar las voces que aún siguen clamando por ti. Quede ésto como un tributo fehaciente a ti, mujer de contrastes y altibajos; y si mis palabras - si yo mismo, recordatorio de otras épocas - caen en el olvido, siempre quedará este manifiesto de la conciencia, para que nunca te permitas relegar al abandono todo cuanto he dicho. Pues, dicho sea de paso, aún deseo caminar a tu lado y cuidar de ti. Regalo más grande, fuera de tu sincera felicidad, no podrías hacerme; y si me ha sido permitido volver del limbo, al menos desearía que mi retorno valiese la pena. Mujer, qué mayor empresa que tú para probar mis fuerzas; he aquí a tu siervo, que espera simplemente estar a la altura del reto que implicas.

T., algún día podré pronunciar tu nombre en voz alta, teñido de incredulidad por verte pasar frente a mí. Y hasta ese momento, seré yo quien se convierta en tu fuerza. Ya conozco el vacío, he escapado de él a duras penas. Al menos conozco el sendero de regreso, y para mí será un enorme placer guiarte. Por una sencilla razón: lo vales, aunque te empeñes en lo contrario. De modo que esto también es una invitación nada sutil: ¿te gustaría tomar mi mano?

martes, 5 de agosto de 2014

¿Por qué?

Ciertos precios deben pagarse. No existe alguna escapatoria para estos cobros de la vida; sea en sudor, lágrimas o sangre, hay peajes que tarde o temprano se cobrarán. El cambio es una de esas tarifas: trocar el camino o pagar más por seguir siendo la misma persona.Y cuando uno se decide a liquidar su adeudo; aceptar el duro realismo de un impacto que se cierne sin tregua alguna, amenazante y presto, admitiendo que la vida no será igual cuando la tempestad haya amainado, sino que los escombros apenas servirán para intentar reconstruir; cuando se intenta proseguir la senda, lo que se espera al menos es que valga la pena el dolor que aceptar lo inevitable causa. ¿Cómo reaccionar, entonces, cuando el sacrificio resulta vano, y se ha realizado un pago a una cuenta inexistente?

Dejarte ir fue el equivalente a arrancarme la esperanza y regalártela en una bandeja. Emprendí el viaje porque el futuro prometía tiempos mejores: lo que siempre habíamos anhelado. Cinco años de constantes amores, decepciones, carencias; cinco años que transcurrieron como un veloz suspiro, que volteo a ver con nostalgia y me inspiran algo similar a la melancolía, teñida con decepción. Al final se tuvo que dar muerte a las promesas, cada quien se dispone a continuar sus pasos; lo único que esperaba del "adiós" es que fuese el inicio de algo mejor para ti - yo no quería gran cosa, fuera de una sonrisa tuya. Y he aquí que incluso esa última promesa resultó vacía. La tumba que ahora te cavas es tan profunda, que ni siquiera puedes ver qué tanto en el fondo te encuentras; y ya no está en mi mano sacarte, me has negado ese privilegio. A tu lado, alguien que no está luchando por buscarte salida, sino que te ha dado la pala y el pico para que prosigas. Odio pecar de vanidad, mas, ¿acaso no fui mejor que él? ¿No estoy aquí porque deseaba construir algo para ti, poner mi vida y lo que pudiera ganar a tus pies? ¿No deseaba que mi simiente se perpetuara en tu seno, poder sonreír con orgullo cuando un pequeño ser, carne de mi carne, nacido de tu vientre, correteara por el césped con singular alegría? Dime, ¿no fue bastante mi ofrecimiento de hacerte venir aquí, de dártelo todo cuando no tenía nada, de darte tiempo para sanar y esperar por ello? Si él ahora te cuida, en el sentido más corto del término, y estimula tu dependencia, ¿entonces yo qué fui? ¿Tan solo un eslabón?

El amor que te tengo no palidece. Quisiera que menguara lo antes posible, dejar de sentir de una vez por todas y no embriagarme con la hiel de tu despedida. Quisiera, al igual que tú, encontrar alguien dispuesto a ser una almohada, a llevarme como una carga inmerecida; después de cinco años, de una ruta plagada de obstáculos, de ser quien pusiera rostro firme y algo de fuerza mal fingida, quisiera dejarme caer y permitir que alguien me levantase. Mas, ¿sabes? Eso no sucederá. Este punto de mi trayectoria se caracteriza porque, una vez más, estoy solo; y a mi alrededor, las personas, incluso quienes sienten algo por mí, deben ocuparse de su vida. No hay espacio para un guerrero caído en batalla, que no desea volver a levantar su espada ni cubrirse con el escudo ya. Se me pide que no mire atrás, que continúe el paso, aunque fuese lento y cansino. Pero debo decirte que eso no me es posible. Bendita inercia que mueve al cadáver; alabado el paso del tiempo, que poco a poco acerca el único consuelo disponible para mí. Espero que seas feliz, lo deseo con el más grande de los anhelos del conscripto a la vida; pero, en realidad, hay una pregunta que me atormenta, y que nunca voy a hacerte. Que, quizá, sea la única duda que me lleve al sepulcro frío.

¿Por qué?