martes, 5 de agosto de 2014

¿Por qué?

Ciertos precios deben pagarse. No existe alguna escapatoria para estos cobros de la vida; sea en sudor, lágrimas o sangre, hay peajes que tarde o temprano se cobrarán. El cambio es una de esas tarifas: trocar el camino o pagar más por seguir siendo la misma persona.Y cuando uno se decide a liquidar su adeudo; aceptar el duro realismo de un impacto que se cierne sin tregua alguna, amenazante y presto, admitiendo que la vida no será igual cuando la tempestad haya amainado, sino que los escombros apenas servirán para intentar reconstruir; cuando se intenta proseguir la senda, lo que se espera al menos es que valga la pena el dolor que aceptar lo inevitable causa. ¿Cómo reaccionar, entonces, cuando el sacrificio resulta vano, y se ha realizado un pago a una cuenta inexistente?

Dejarte ir fue el equivalente a arrancarme la esperanza y regalártela en una bandeja. Emprendí el viaje porque el futuro prometía tiempos mejores: lo que siempre habíamos anhelado. Cinco años de constantes amores, decepciones, carencias; cinco años que transcurrieron como un veloz suspiro, que volteo a ver con nostalgia y me inspiran algo similar a la melancolía, teñida con decepción. Al final se tuvo que dar muerte a las promesas, cada quien se dispone a continuar sus pasos; lo único que esperaba del "adiós" es que fuese el inicio de algo mejor para ti - yo no quería gran cosa, fuera de una sonrisa tuya. Y he aquí que incluso esa última promesa resultó vacía. La tumba que ahora te cavas es tan profunda, que ni siquiera puedes ver qué tanto en el fondo te encuentras; y ya no está en mi mano sacarte, me has negado ese privilegio. A tu lado, alguien que no está luchando por buscarte salida, sino que te ha dado la pala y el pico para que prosigas. Odio pecar de vanidad, mas, ¿acaso no fui mejor que él? ¿No estoy aquí porque deseaba construir algo para ti, poner mi vida y lo que pudiera ganar a tus pies? ¿No deseaba que mi simiente se perpetuara en tu seno, poder sonreír con orgullo cuando un pequeño ser, carne de mi carne, nacido de tu vientre, correteara por el césped con singular alegría? Dime, ¿no fue bastante mi ofrecimiento de hacerte venir aquí, de dártelo todo cuando no tenía nada, de darte tiempo para sanar y esperar por ello? Si él ahora te cuida, en el sentido más corto del término, y estimula tu dependencia, ¿entonces yo qué fui? ¿Tan solo un eslabón?

El amor que te tengo no palidece. Quisiera que menguara lo antes posible, dejar de sentir de una vez por todas y no embriagarme con la hiel de tu despedida. Quisiera, al igual que tú, encontrar alguien dispuesto a ser una almohada, a llevarme como una carga inmerecida; después de cinco años, de una ruta plagada de obstáculos, de ser quien pusiera rostro firme y algo de fuerza mal fingida, quisiera dejarme caer y permitir que alguien me levantase. Mas, ¿sabes? Eso no sucederá. Este punto de mi trayectoria se caracteriza porque, una vez más, estoy solo; y a mi alrededor, las personas, incluso quienes sienten algo por mí, deben ocuparse de su vida. No hay espacio para un guerrero caído en batalla, que no desea volver a levantar su espada ni cubrirse con el escudo ya. Se me pide que no mire atrás, que continúe el paso, aunque fuese lento y cansino. Pero debo decirte que eso no me es posible. Bendita inercia que mueve al cadáver; alabado el paso del tiempo, que poco a poco acerca el único consuelo disponible para mí. Espero que seas feliz, lo deseo con el más grande de los anhelos del conscripto a la vida; pero, en realidad, hay una pregunta que me atormenta, y que nunca voy a hacerte. Que, quizá, sea la única duda que me lleve al sepulcro frío.

¿Por qué?

No hay comentarios:

Publicar un comentario