martes, 25 de septiembre de 2012

Un año.

Hay momentos en que es menester hacer un alto y reflexionar. El vacío interno puede ser ignorado por tiempos, intentamos seguir adelante y no ver dentro de nosotros mismos. Pero la bestia siempre nos alcanza, y por más que cerremos los ojos y tapemos nuestros oídos, sus rugidos y fétido aliento terminan por envolvernos completamente. Hay momentos para recordar, olvidar, creer, sentir, soñar; y siempre hay un punto en el camino, donde decidimos si seguiremos dibujando huellas en la arena, o cambiaremos el rumbo hacia el fragor de la montaña.

Hoy llegué a una de esas disyuntivas. No es la primera vez que permito que mis miembros se desplomen, mi mente se resquebraje, y mis ojos se inunden con los lamentos del ayer. Sin embargo, hoy fue diferente. Más que un ultimátum, me veo en la difícil elección de pelear o morir; cuando miré alrededor con desespero, intentando encontrar alguien a quién aferrarme, solamente pude percibir negrura. Estoy solo, al final. Nadie llorará con mis ojos, ni sentirá el calambre de mis piernas cansadas; hijo de hombre soy, y llevo conmigo el milenario castigo del desamparo.

Sé que necesito con suma urgencia ser algo más. El sabor de la mediocridad corona mis labios marchitos; es como una cruel ambrosía, elixir maldito que no me permitirá nunca olvidar el punto más bajo de mi existir. He aquí un ser humano derrotado por su propia carga, el interesante testimonio de un títere sin cuerdas; juguete olvidado, caricia nunca aceptada, melodía en el vacío, corazón entre las espinas. ¿No es patética la forma en que se admite la propia derrota?

No, cuando se tiene que encontrar en el interior una razón para seguir. No queda nada más que morderse los labios y apresurar el paso. Apártense, vacas, que la vida es corta.

Recuerdo que alguna vez pensé en pulir mis (casi nulas) habilidades literarias. Por otra parte, el agrado que tenía por el dibujo es algo que no he podido enterrar en la desmemoria. ¿Podré encontrar solaz y fuerzas en el templo de la creatividad? Dicha incógnita eclipsa la amargura en mi paladar, y me impulsa a retarme a mí mismo, solo con el afán de quitarme las telarañas de la duda. Un año. Los invito a que me acompañen este año, empezando hoy. Una entrada diaria, un vómito, una idea o quizá varias.

Contaré mis días por historias, no por horas. Veamos qué tan lejos se puede llegar...

2 comentarios:

  1. Yo espero que puedas llegar lejos. La creatividad siempre es un incentivo que de mínimo, nos despeja un rato la mente.

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  2. Admirable reto ^^ que estare muy pendiente de seguir de cerca...

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